El término «one-hit wonder» es utilizado para describir a aquellos artistas que han sido conocidos justamente por un solo trabajo en toda su carrera. Si bien el deseo de muchos músicos y artistas en general es ser populares o exitosos, o como se dice en Argentina «quiero pegarla«, en ocasiones es contraproducente.

A menudo se recurre a este término en forma despectiva (se le resta mérito al artista por pertenecer al mainstream, o al oyente que disfruta de escucharlo), otras veces, para nombrar a aquellos artistas que han formado parte en el algún momento de su carrera de los primeros puestos de los rankings más importantes (por ejemplo de Billboard). A pesar de que su uso está enmarcado dentro de la música popular o más aún de la música de masas, también se utilizó para describir compositores de música clásica que son conocidos por una pieza en particular (por el público masivo, ya que los estudiantes de música tienen un acceso más acabado a los trabajos de estos compositores).

La lista es extensa (no solo de los artistas de habla inglesa o española, los hay en otros idiomas también) y nos permite pensar dos situaciones de la industria musical: la primera es cómo los medios masivos, las discográficas y los productores utilizan a los artistas como mero productos de supermercado; la segunda es cómo actúa el público frente a estos productos culturales en forma pasiva, ya que lógicamente no realizan una exploración sobre el artista, sino que escuchan la misma canción una y otra vez.

En cuanto al primer punto, no se si merece (al menos por ahora) un análisis mayor, dado que el sistema económico mundial que nos rige es el capitalismo, y eso consiste en sacar la mayor ganancia de un mismo producto al menor costo posible. Y al ser esa la regla del juego, son los mismos artistas que se prestan o no a jugarlas.

Lo que preocupa realmente es la segunda situación, que podemos justificarla décadas atrás donde los públicos consumían lo que los medios de comunicación promocionaban, pero tanto la radio como la televisión perdieron su relevancia frente a los ordenadores y teléfonos móviles. Con la masificación de los sistemas de streaming, hoy día no debería suceder. El acceso a los diferentes trabajos de los artistas es inmediato y aún así muchos oyentes se quedan con ese single que escucharon sin indagar más.

El filósofo alemán Theodor Adorno realizó una tipología de oyentes en su obra «Disonancias: Introducción a la sociología de la música«, pero la misma data de 1973, por lo que es necesaria una actualización de tipologías. La más cercana a la actualidad sería su definición de «oyente sensual«: relacionado a la música popular, el tipo de oyente que apela a la sensibilidad emocional, sin pensar, ni analizar lo que escucha, la escucha produce placer y nada más.

La responsabilidad ¿sigue siendo de los medios? (o en este caso de los algoritmos) ¿o de los mismos oyentes?.

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