Recuerdo que lo conocí allá por el 2008, cuando trabajaba en Vereda Musical de «Moncho» Techeiro. El apellido Palacio ya era sinónimo de música gracias a su tío Jorge, una de las voces de Sierra Alta, legendario grupo folklórico de nuestra ciudad. Y él, integraba otro reconocido grupo folclórico: Alazanes. Eran épocas donde los CD ya no se vendían tanto, pero la gente venía y pedía el de la banda, con un público numeroso y mucho femenino que los seguía de cerca. Cuando lo escucho, me recuerda tanto a folkloristas como Jorge Rojas, como también a rockeros de la talla de Gustavo Cerati.

Para quienes recién están conociendo la música de Tandil, ¿Cómo te presentarías y qué te motivó a dedicarte a la música?

Lo principal que me motivó a dedicarme a la música es que mi familia era de músicos. Todos tocaban la guitarra, todos cantaban. Mis tíos, de Las Voces de Sierra Alta, eran referentes no solo para mí, sino para mis primos y para toda mi familia.

Ya mi abuelo cantaba en la época de Radio Mitre. De chico veía esas cosas: las composiciones, las reuniones de músicos, las rondas y fogones. Era tremendo lo que se sentía, lo que se vivía. Eso fue lo que me marcó y me llevó a dedicarme de lleno a la música.

A lo largo de tu carrera, ¿Con qué bandas o músicos locales y nacionales has compartido escenario y qué recuerdos destacás de esas experiencias?

Lo más trascendental fue la época con Alazanes. Viajábamos mucho y quedó grabado en mi memoria.

No llegamos a compartir escenario con Abel Pintos, pero sí estuvimos muy cerca de hacer una producción con él y su hermano Ariel. Pasamos mucho tiempo con ellos en la ciudad de Flores, Buenos Aires. Fue una etapa hermosa, llena de anécdotas, risas y hasta partidos de ping-pong en su casa.

También compartimos escenario con Juan Carlos Baglietto en un festival donde ellos cerraban. Si bien no tuvimos charlas profundas, fue emocionante estar ahí y verlos en acción.

¿Cómo describirías tu estilo musical y qué artistas o géneros te inspiraron a construirlo?

Mis proyectos siempre fueron más allá del folclore, también me atrapó el rock nacional. Me gusta componer, hacer letras, melodías, estoy siempre creando. Tengo canciones propias en Spotify y YouTube.

Mis influencias van desde Spinetta y Cerati hasta el mismo folclore que llevo en la sangre. A veces me gusta mezclar ambos mundos: rock y folclore, porque esa fusión también habla de mí y de lo que nos identifica como músicos argentinos.

Durante tu paso por Alazanes pasaste a ser conocido por gran parte de los tandilenses. ¿Qué recuerdos guardás de esa experiencia y qué aprendizajes te dejó formar parte de esa banda?

Sí, con Alazanes llegó un momento en que nos volvimos muy populares, no solo en Tandil sino también en distintas provincias. La música se difundía muchísimo.

Aprendí un montón: de los viajes, de las costumbres de cada lugar, de compartir escenarios y experiencias. Incluso salimos fuera del país un par de veces. Fue una etapa muy linda que me dejó muchísimo aprendizaje y recuerdos imborrables.

¿En qué estás trabajando actualmente y qué proyectos te gustaría llevar adelante en los próximos años?

Actualmente estoy trabajando en un dúo con Gabriel Berriry, que también pasó por Alazanes. El proyecto se llama De un mismo lado.

Compartimos escenario con músicos de Tandil como Nelson Rodríguez en el piano, y a veces se suman bombistos que van y vienen. Este año, si Dios quiere, vamos a tocar en la Expotan. Es un proyecto muy lindo, de esos que te mantienen con ganas de seguir adelante.

Tandil cuenta con músicos talentosos, pero no siempre es fácil difundir la música. ¿Cómo ves la escena local hoy y qué consejo le darías a las nuevas generaciones?

Tandil es una ciudad maravillosa, con un semillero interminable de talentos. En los 80, en los 90, en los 2000 y ahora, nunca paró de dar músicos: bajistas, guitarristas, compositores, bateristas, percusionistas.

Lo que escucho en redes sociales me confirma que la ciudad es tremenda musicalmente. En lo personal, quizás me hubiese gustado tocar más para mi ciudad, estar en lugares más puntuales.

La historia de Jorge Palacio es también la de Tandil hecha canción: fogones familiares, escenarios compartidos, giras con amigos y proyectos que se renuevan. Su voz y su música viajan entre el folclore y el rock, llevando consigo la herencia de sus raíces y la frescura de lo que todavía está por venir. Porque, como él mismo dice, la ciudad nunca deja de dar música, y él nunca deja de querer ofrecerla.

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