La fotógrafa tandilense construye imágenes donde la luz se vuelve relato, tensión y atmósfera. Con una mirada que abraza lo incómodo y revela lo que otras personas pasarían por alto, Cecilia Galeano lleva su estética al terreno musical y audiovisual, como lo hizo en “Traidora de cenizas”, el video de José Ponce donde exploró el claroscuro y el dramatismo del expresionismo alemán para potenciar la narrativa del proyecto.

¿Cómo describirías tu estilo fotográfico y qué elementos sentís que definen tu mirada detrás de la cámara?

Mi estilo fotográfico se construye a partir de la inquietud, la observación y una obsesión (que creo que tengo) con lo estético, con la imagen. No hablo de lo superficial, sino de lo estético como concepto, como modo de pensar y de significar lo que miro. Me interesan las imágenes que revelan cosas y que invitan a detenerse, a mirar con más profundidad. Trabajo con escenas que se sienten más de lo que se explican: atmósferas tensas, gestos mínimos, espacios donde lo incómodo, lo caótico o lo ahogado se vuelven pacíficos, solemnes y atmosféricos.

Mi mirada detrás de la cámara se define por la simple curiosidad y por una intención clara: no busco imágenes perfectas ni complacientes, sino fotografías que generen una experiencia. Me interesa perturbar, desestabilizar un poco, abrir preguntas, generar una “cosquillita” o, por qué no, un rechazo absoluto.

La cámara es una herramienta cara que me permite explorar eso que me conmueve y traducirlo en un lenguaje visual, materializarlo: conectar lo interno y exteriorizarlo. Quiero que quien mira se detenga, contemple y analice lo que percibe. No me preocupa si la imagen gusta o no; me interesa que active la mirada.

Al observar tu trabajo en tu portafolio online, se percibe una fuerte búsqueda estética. ¿Qué influencias (visuales, artísticas o cinematográficas) marcan tu forma de construir una imagen?

Cuando empecé a estudiar fotografía en el IPAT descubrí a Ansel Adams, y él decía: “Un fotógrafo no hace una foto solo con su cámara. También la hace con los libros que ha leído, las películas que ha visto, los viajes que ha hecho, la música que ha escuchado y las personas que ha amado”.

Comparto profundamente esta idea, aunque siento que se queda corta para describir cómo construyo una imagen. Además de las influencias visibles (lo que una ve, escucha o estudia) también trabajan en mí los sentimientos más difíciles: las experiencias tristes, las injusticias vividas, lo que una no supera del todo e incluso aquello que rechazo o simplemente no me gusta.

No puedo separarme de nada de eso cuando hago fotos. Mi manera de componer está formada tanto por la belleza como por lo más horrendo. Mis fotografías no nacen solo de lo que me gusta, sino también de aquello que me hizo daño y me hizo conocer los sentimientos y los lugares donde nadie quiere estar.

Y no creo que sea algo que haga conscientemente todo el tiempo (algunas veces sí, otras veces no); simplemente sale hacia afuera y se vuelve visible, se vuelve imagen. La manera en que se expresa o se ubica la luz, el encuadre, el contraste, la saturación, etc., creo que es una respuesta a eso que me pasó.

Mis influencias, entonces, no provienen únicamente de lo musical, lo visual o el cine (que sin duda están) sino también de todo aquello que ha dejado una vivencia, una experiencia. De esa mezcla emerge mi búsqueda estética. Que, aparte, hoy es esta; mañana no sé, no podría saberlo.

¿Cómo es tu proceso creativo desde que aparece una idea hasta que la convertís en una fotografía concreta? ¿Sos de planificar minuciosamente o dejar que el momento te sorprenda?

Planificar, planifico todo, aunque hoy no sé si todo merece o necesita una planificación minuciosa. De todas formas, no puedo hacer nada sin tener primero una imagen mental de lo que quiero o de lo que voy a hacer. No me gustan las fotos que se tiran “así porque sí”, y en general no me gusta hacer nada en la vida de esa manera.

A mi modo de ver, las imágenes se construyen no solo desde la técnica fotográfica, sino también desde el trabajo que uno haga en la preproducción y la postproducción. Por lo general, trabajo con músicos o músicas: cuando me contactan, primero escucho su música, estudio su estética y analizo cómo se quieren mostrar. Después de eso, hago una propuesta de lo que podría sumar al proyecto. Creo que ese diálogo es fundamental y que todo ese proceso es muy importante para que la imagen funcione y tenga sentido.

¿Qué herramientas, cámaras o técnicas te resultan fundamentales para lograr la atmósfera que buscás en tus obras?

Para mí, lo fundamental (y no quiero caer en la respuesta obvia) no es la cámara ni la técnica: es la luz. Conocerla, estudiarla, entender su comportamiento, aprender a leerla. A partir de eso, vas a saber qué hacer con ella y cómo usarla para transmitir lo que querés.

La segunda herramienta fundamental es la narrativa. Podés tener la mejor cámara del mundo y ser un experto en técnica, pero si no sabés contar una historia con la luz, es muy difícil que tu imagen conecte. Y eso no es sencillo: requiere sensibilidad, atención, estudio y práctica… mucha práctica y constante.

Al mismo tiempo, necesitás nutrirte de todo lo que tenés a tu alrededor. Escuchar cualquier tipo de música, mirar muchas películas y videoclips, leer lo que te guste. Aprender a observar y analizar todo lo que consumís: nunca seas un consumidor pasivo. Aprendé de quienes ya cuentan historias y de cómo lo hacen. Y nunca hay que dejar de capacitarse: cuanto más amplio sea tu espectro, con más herramientas vas a contar.

Participaste en la grabación del video “Traidora de Cenizas” de José Ponce. ¿Cómo viviste esa experiencia? ¿Qué te aportó en lo artístico y qué desafíos te presentó trabajar en su proyecto audiovisual?

¡Genial, me encantó! Ojalá tuviera trabajos de ese estilo todos los fines de semana, jajaja.

Cuando hablamos con José, me dijo que lo que él quería era que yo sintiera la libertad de expresarme como quisiera. El único detalle técnico que me sugirió fue que le gusta la fotografía en blanco y negro y que no quería ver nada, ni saber nada de lo que iba a hacer, hasta que estuviera terminado.

Al otro día me puse a ver sus trabajos anteriores y a escuchar su música. En ese momento se me vino a la cabeza el cine mudo, el expresionismo alemán de principios del siglo XX: el alto contraste, el claroscuro, el exceso de dramatismo y los maquillajes que marcan rostros con rasgos fuertes.

Fue todo un desafío decidir seguir esa idea y que él no supiera que iba a llevar mi relato por ese lado, porque es un movimiento que expresa mucho sufrimiento y angustia por la posguerra, dejando muy expuestas las emociones. Así que fue una decisión bastante ambiciosa y arriesgada, porque no es una estética que agrade en general; más bien te tira para abajo, jajaja. ¡Pero bueno! Le gustó y salieron unas fotos muy lindas.

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