En el marco del evento Suena Tandil, Oscar “Chirola” Ekeroth recibió un diploma en reconocimiento a su destacada trayectoria musical. La entrega se realizó el pasado 19 de septiembre en el Teatro del Fuerte, celebrando su legado como bajista, cantante y referente de la música de Tandil. Conversamos con el músico sobre su historia, sus aprendizajes y la huella que sigue dejando en la escena local.

¿Quiénes fueron tus primeros referentes como bajista?

El primero fue Willy Quiroga (Vox Dei), después me marcaron Roger Glover (Deep Purple), Chris Squire (Yes), Jaco Pastorius y Pedro Aznar. También Stanley Clarke, un animal: slap, técnica, hacía de todo… varios bajistas.

¿Cómo fueron esos primeros pasos en la música?

Escuchaba de todo. Arranqué de pibe con Coie Granato, David López, cuando teníamos 15, 16 años. Después pasé por varias bandas: Creencia con Toco Saldivar, Daniel Román, Daniel Yunis y Edgar Toma; más tarde The Dreamer, de Barker, con Sergio Llera; y luego Ajenjo.

Contanos tu historia en Ajenjo

Yo arranque a tocar en el ’84. Cuando falleció el baterista, seguimos con los mismos músicos bajo otro nombre: Los Dinosaurios, con esa formación hicimos temporadas en la costa. Después pasé por La Bomba y más tarde regresé a Ajenjo, que ya tiene más de 50 años de historia. Es, seguramente, la más antigua de Tandil y de las más viejas de la provincia.

Tenés una relación especial con algunos músicos de Tandil.

Sí. Con La Bomba somos muy amigos, sobre todo con Maury y Pablo Martínez. También toco en La La La con Ángel Díaz y mi prima Carla Ekeroth, en un grupo de temas internacionales.

Hablame de tu bajo histórico.

Es un Peavey americano que compré en el ’83 y lo convertí en un bajo de cinco cuerdas. Me habían invitado a mostrarlo en Nueva York, pero la pandemia lo impidió.Hoy está en el Museo Fuerte Independencia, como el primer instrumento eléctrico de la colección.

Tu familia también tiene un linaje musical importante.

Sí, somos músicos de séptima generación. Mi abuelo era luthier, mi tío músico, después yo, mis hijos Leandro y Sebastián, y ahora mi nieta de 16 años, que toca el piano.

¿Cómo aprendiste vos?

Soy autodidacta. Todo oído.

Pasaste de bajista a cantante en Ajenjo. ¿Cómo fue eso?

Me animé a cantar porque tenía registro para varias octavas, y además de seguir tocando el bajo, quedé como cantante. Fui de los primeros en Tandil en tocar bajo fretless y de cinco cuerdas. En algunas cosas, pionero.

Después de tantos años, ¿cómo te definís como músico?

Un simple músico de baile. Nunca tuve problemas con colegas. Toqué con Román, con Juan Pizatti, con muchos.

A pesar de ese ambiente, tuviste una vida muy distinta a la típica del músico de noche.

Sí. Pasé por bares, peñas y clubes, pero nunca tomé alcohol, nunca fumé ni me drogué. Tengo hábitos raros (risas).

Tu familia también tuvo una fuerte raíz tanguera.

Muy tangueros. Mi abuelo, Emilio Ekeroth, era luthier y guitarrista. Tengo una guitarra hecha por él, que fabricó instrumentos para los hermanos Verón, Los Cantores de Quilla Huasi y Falú. Me crié en un ambiente gardeliano. Me encanta Gardel, Julio Sosa, el tango bien marcadito. Y aunque no parezca, de pibe escuchába mucho tango.

Entonces, tango sí; folclore no tanto…

Exacto. El folclore me cuesta, pero el tango antiguo me encanta. Mi abuelo hizo guitarras para tangueros, y hay grabaciones importantes con sus instrumentos. Me gusta Angelito Vargas, Darienzo.

¿Y un músico del tango que te marcó?

Osmar Maderna. Una bestia, un pianista enorme. Murió joven, piloteando un avión. «Concierto en la luna«, «Lluvia de estrellas«… impresionante.

Invitame un café en cafecito.app