Con más de dos décadas de historia, Decavendish es una de las bandas más queridas y representativas del rock tandilense. Su cancionero (nacido entre amigos, guitarras y noches de encuentros) se volvió parte de la identidad sonora de la ciudad. El próximo viernes 10 de octubre a las 20hs. cerrarán la primera edición de Suena Tandil en el Auditorio el CCU (Yrigoyen 662- Tandil). A días de su próxima grabación en Romaphonic, conversamos con ellos sobre el paso del tiempo, la magia del vivo y esa necesidad vital de seguir cantando.
Si tuvieran que resumir en una frase la esencia de Decavendish, ¿Cuál sería?
Hay una frase que escribimos para el arte de contratapa de nuestro primer disco «Primitivo» de 2004 y comienza así, con puntos suspensivos. Dice: “… Al tiempo que nos hace.”.
No sé si resulta o no como frase, pero quedó ahí, como marcándonos un destino lleno de amistad y hermandad. Muchas veces hemos chocado las copas diciéndola a viva voz.
Hablemos de su sonido: ¿Qué guitarras, pedales o teclados son fundamentales para lograr su sonido?
Por suerte a los chicos les interesa el mundo del sonido, o los fierros, como se dice. A mí sinceramente siempre me aburrió eso. Le pongo onda. ¡Los buenos instrumentos no pueden faltar! Hablo del juego de los lenguajes y gustos más allá de las calidades y las ejecuciones instrumentales. Hay algo de eso todavía. (afirma Esteban Román).
Estamos de acuerdo en que la base de guitarra acústica y la voz llevando la canción fue y es fundamental para explicar parte de nuestro sonido. Para mí, el estilo precede al sonido. Además de hacer canciones originales, no perdemos la idea febril del “vivo”: darlo todo a lo old school.
De pibes hacíamos buenas canciones, muchos covers con instrumentos mediocres o malos, sin preocuparnos mucho, y la entrega era total. Gustaba mucho. Pienso que quedó gravitando algo de ese espíritu natural más allá de lo técnico y los avances sobre el tema. No me molesta seguir pensando en esa magia como parte de los resultados.
¿Qué temas suelen abordar en sus letras?
Las canciones pasan por el tamiz de lo autoreferencial. En mi caso. No hay tema, o son todos los temas. Qué sé yo… no lo pienso y tampoco me importa mucho. Salen o están ahí, en el aire, como decía Lennon.
Lo cierto es que cuando me pongo a hacer una canción es porque estoy hasta las manos con algo. Una tara, una obsesión. Un color. No sé. Un paisaje. Muchas veces termina siendo todo simbólico. No creo, tampoco, escribir bien sobre lo que me pasa si es que quiero escribir sobre un asunto determinado. Si puedo, lo interpreto, y eso me ayuda a comunicarlo. Y si no… ¡ya se me va a pasar!
No nos perdemos en la idea de tener que transmitir mensaje alguno. De cualquier manera, la terminamos haciendo, cantando y disfrutándola. Ese puede ser el tema: poder cantar.
¿Hay algún disco o tema del que estén especialmente orgullosos o que tenga una historia particular detrás?
Hay muchas que nos ponen muy bien cuando las tocamos y no dejan de sonar como el primer día. “Viejo grabador”, del disco «Fuerte«, es una de ellas. ¡Ese disco! Lo grabamos en Buenos Aires, en 2008, habiendo experimentado dos semanas de convivencia en un departamento en Villa Urquiza.
Guardamos el mejor recuerdo de nuestro paso por los estudios TecSon de Capital y todas las caminatas habidas y por haber por la gran ciudad. ¡Hasta conocimos a Spinetta! Jero y Manu estuvieron con él en la puerta de su casa charlando antes de volver a las sesiones de grabación de «Fuerte«. ¡Qué inspiración! “¡Ensayen!”, les decía el Flaco. ¡Un divino!
Si los extraterrestres vinieran a la Tierra, ¿Qué tema de ustedes elegirían para cantarles y contarles cómo somos los humanos?
A los extraterrestres les cantaríamos cualquier canción que hayamos dejado atrás en el tiempo por creerlas medio pelotudas, o incluso aquellas que ya no nos gustan por no sentirnos “representados”. ¡Qué bobería! Si todo sale bien, no solo les enseñamos que los humanos somos unos prejuiciosos (por ejemplo, por decir algo), sino que también las podemos volver a tocar recuperando la risa, pero sin faltarles el respeto, ¡claro! Son un público.
¡Andá a saber qué pasa! Capaz que alguno se copa y pone una estrella de guita y nos produce. Jajaja. Puede ser un buen concierto. Lo haríamos todos vestidos de payasos. ¡Nada de solemnidad interestelar!
¿Qué aspectos deberían reforzar los músicos locales para crecer artística y profesionalmente? ¿Y qué podrían hacer las instituciones públicas y privadas para apoyar de manera más efectiva a la escena musical?
Le hablaríamos a los más pibes. A los que recién empiezan y están ahí… Les diríamos que asuman, en tanto puedan, tengan ganas y se animen, el gran desierto que implica muchas veces hacer camino en la música y en el arte. Que sepan caminar por ahí, que tener sed es parte del impulso.
No solo estamos hablando de Tandil, ¡por supuesto! La valentía debe estar puesta en marcha en cualquier rincón del mundo. ¡Más hoy en día! Sostener el deseo sin esperar respuestas.
Y respecto de la segunda pregunta… podemos responder que lo que pueden hacer las instituciones, entre otras cosas, es tener en cuenta a los referentes siempre. ¡Eso siempre ayuda! Cualquiera sea el área artística, estética o bandera política.
Otra cosa: usar los medios disponibles para que el festival Suena Tandil logre más difusión y notoriedad de todo lo hecho durante este mes, ya que pudieron poner en manifiesto algunos de los quehaceres de muchas de las referencias de la cultura tandilense, justamente gracias al empuje de referentes que, sabemos, trabajan tanto ahí. Eso está bueno y ayuda a los más jóvenes, que también son una referencia. No importa lo extenso de una trayectoria.
Que las instituciones puedan recrear el ansia del propio músico y artista que hace mucho con tan poco. Que puedan recrear la política del alma del hombre creativo o de la mujer creativa a la que poco le interesa el éxito y la exposición. Poner esto en agenda y sin prejuicios. Eso ayudaría a que cosas buenas se repitan.
A lo largo de su recorrido, Decavendish atravesó pérdidas, transformaciones y regresos, pero nunca se apartó de su raíz: la amistad y las canciones. Cada disco, desde «Primitivo» hasta «Un rayo afuera«, lleva la huella de esa historia compartida que empezó en Tandil y se proyecta hacia nuevos horizontes.
Mientras afinan los instrumentos para su próxima sesión en Romaphonic, la banda integrada por Esteban Román (guitarra acústica y voz principal), Jerónimo Coll (guitarra eléctrica, guitarra acústica, violín y coros), Manuel Ruiz (bajo, teclado y voces), Gerardo Román (batería, percusión y coros) y Diego Sagrera (guitarra), sigue celebrando como mejor sabe hacerlo: tocando, creando y dejando que la música hable por ellos.