Con influencias que viajan de Kate Bush y Depeche Mode a Cerati, Spinetta y Queen, Batt Pedraza compone y produce desde un laboratorio sonoro personal en el que conviven guitarras, sintetizadores y texturas. Aquí comparte su mirada sobre la música, el proceso creativo y su forma de trabajar en vivo.
El artista estará presentándose ésta noche en Estación Victoria (Garibaldi 1099- Tandil) junto a Loly Ferini a las 21.30hs. y el próximo viernes 19 a las 20hs. en el Teatro del Fuerte (Fuerte Independencia 360) en el marco de Suena Tandil.
Si tuvieras que describir tu propuesta musical a alguien que nunca te escuchó, ¿qué imagen o sensación te gustaría transmitir?
La sensación es que se dejen llevar por la música, por la melodía y las texturas. Trabajo mucho para que eso ocurra. No podría ponerlo en palabras, pero creo que no existe mejor elemento humano para transmitir sensaciones que la música. Es algo muy personal lo que puede evocar en cada persona, y eso me parece un fenómeno fascinante. Recibo devoluciones de lo más diversas: me gusta, me resulta divertido.
¿Qué influencias musicales, culturales o incluso personales sentís que atraviesan tu obra y te definen como artista?
Muchas veces no me doy cuenta: simplemente empieza a brotar. Una vez que la obra cobra cierta madurez, empiezo a notar qué estética la atraviesa y me embarco en embellecerla. Intento no encasillarme, escuchar músicas distintas (no necesariamente nuevas en el tiempo, pero sí nuevas para mí).
En este último período me entusiasmaron mucho los sonidos ochentosos: sintetizadores modulares, cajas de ritmos de la época. Decidí incorporarlos a mi estética actual, aunque no quiere decir que sea así para siempre: tengo otras músicas esperando.
Por nombrar algunos nombres que me marcaron: Kate Bush aparece siempre en alguna búsqueda, también Depeche Mode, Genesis, y las producciones de Stock, Aitken & Waterman, que inspiraron mi último lanzamiento Nuestros Anhelos. Y claro, los clásicos que están en mi ADN: Cerati, Soda, Charly, Spinetta, Queen…
Tu música se nutre de géneros y texturas diversas: ¿cómo es tu proceso creativo para componer y dar forma a un sonido propio?
Muchas veces surge de manera inconsciente: una reflexión, un pensamiento, y de repente aparece una melodía o una frase. Cuando tomo conciencia de ese momento mágico, empieza el trabajo: desempolvar la melodía, los acordes y la poesía que la acompaña. Me gusta pensarlo como un trabajo de arqueólogo: descubrir algo que ya existía en algún lugar.
No sé si tengo un “sonido propio”: en algunos casos se define casi de entrada, en otros necesita macerar, darle vueltas, probar texturas, cambiar la modalidad. Exploro hasta que me gusta, siempre buscando que la obra me resulte viva y auténtica.
¿Sos un músico meticuloso con el sonido y la técnica a la hora de grabar, o preferís la experimentación y dejar que todo fluya?
Sí, suelo ser meticuloso y no parar hasta que suene como lo tengo en mente. Según la estética, claro. Pero en general soy bastante exigente. Afortunadamente tengo mi home studio, y hoy la tecnología permite recrear sonidos que en otro momento hubiesen sido imposibles sin un estudio grande, micrófonos de alta gama, amplis específicos o sintetizadores caros.
¿Cómo está armado tu set actual? Desde la guitarra hasta los pedales y la amplificación, ¿qué rol cumple cada elemento en tu sonido?
En las últimas presentaciones estoy usando una guitarra Peavey Exp 2, súper versátil. De ahí paso a mi multiefectos Nux Cerberus, a la que sumo un pedal emulador estilo Vox AC30. Desde la Nux voy directo al P.A., ya que tiene emulación de gabinetes por IR.
Si el escenario tiene amplificadores, con un botón cambio la configuración y los uso: muchas veces lo prefiero.
Además, programo los sonidos y se disparan solos vía MIDI a través de Ableton Live, lo que me permite cantar y tocar sin preocuparme por pisar pedales. Eso me da libertad: solo concentrarme en la música.