Hoy Tandil amaneció con olor a papas fritas internacionales. Llegó Mc Donald’s, y si uno pasa por la puerta, parece la fila para un recital: pibes (y no tanto) de entre 13 a 25 y contando, esperando la foto con su primer combo como si fuese el mismísimo Papá Noel bajando por la chimenea.

¿Será que Tandil empieza a transformarse en una especie de mini Dubái serrana? (Salvando las distancias, claro: todavía no tenemos rascacielos, pero sí tenemos lomos al champiñón y ahora, Mc Flurry).

La pregunta del sonido

Y entonces me pregunto: ¿a qué suena Mc Donald’s? La respuesta me aparece enseguida: tal vez Chuck Berry, rápido, eficaz, pegadizo, sus canciones duraban lo que una hamburguesa en el hambre de un adolescente; o Elvis Presley, estética, glamour, popularidad, colores brillantes, era el combo con extra de ketchup de los ’50..

Y si corro el dial hacia el presente, Travis Scott o J Balvin: modernos, efectivos, vendibles, llenos de color y colaboraciones. Exactamente el sabor que buscan los pibes de hoy.

Recuerdos de la infancia

Yo no viví la “época dorada” de Mc Donald’s en Argentina. En mi infancia tandilense no había Arcos Dorados, había Canternic, allá por los ’90 en Rodríguez 766. Y fue furor. Los que lo probaron todavía lo recuerdan como si fuera un vinilo guardado en la repisa.

Hoy, en cambio, la banda sonora del Big Mac es el trap global. Y sí, a los pibes les encanta. Bueno, no a todos: los más alternativos siguen fieles a Spinetta… pero esos no hacen fila en el AutoMac, los encontrás en la dietética comprando cúrcuma.

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