Productor, músico y docente, Juan Polito traza un camino donde la técnica se mezcla con la intuición, la experiencia con el juego y la tecnología con la emoción. Desde los años del Conservatorio hasta su rol en Haciendo Discos y su vínculo creativo con Benteveo, proyecto de José Ponce, su mirada ilumina cada proceso y cada canción que toca.

Para empezar, ¿Cómo resumirías tu camino musical desde el Conservatorio Isaías Orbe hasta tu rol actual como productor, músico y docente? ¿Qué motivación te llevó a abrir tu propio estudio, Haciendo Discos, y cómo evolucionó ese espacio con los años?

Ya pasaron veinte años desde que comencé mi camino en el Conservatorio Isaías Orbe. Sin lugar a dudas, fue el espacio que me llevó a tomar la música realmente en serio: no solo por lo que aprendí en sus materias, sino también por las personas que conocí en el proceso. Docentes y compañeros que me marcaron para siempre y me mostraron otras realidades, formas de trabajar y puntos de vista.

En simultáneo a mis estudios formales, tuve una banda desde 2007 hasta 2020: Vanprasth, un proyecto con el que crecí junto a mis mejores amigos bajo la premisa de hacer música libre de ataduras, estilos o convenciones. Creo que esos dos caminos (la formalidad del estudio académico y la libertad casi lúdica de un proyecto propio) son los que me trajeron hasta donde estoy hoy.

Respecto a las motivaciones que dieron origen a Haciendo Discos, creo que todo nace de una fijación muy fuerte con el vínculo entre tecnología, arte y música. Cuando estudié los movimientos de vanguardia de los años 50, que experimentaban con la manipulación sonora mediante tecnología, algo hizo clic para mí. A eso se sumaron bandas y artistas que me marcaron profundamente, como Pink Floyd, Radiohead o Björk, que integraban la tecnología en la creación musical de una manera casi mágica. Siempre me atrajo esa idea de combinar ciencia, tecnología y arte como si fuera una suerte de alquimia.

Pero la razón más concreta de por qué terminé dedicando mi vida a construir este espacio tiene que ver con la necesidad de producir mis propios proyectos, muy influenciado por el espíritu hardcore punk de finales de los 80 y su filosofía del hacelo vos mismo. Esa búsqueda me llevó primero a querer grabar y producir la música de mis propios proyectos (entre muchas frustraciones) y luego, en 2014, a crear Haciendo Discos. Al principio fue más una declaración de principios que un estudio consolidado, pero con el tiempo se convirtió en un espacio físico de producción musical.

Hoy tengo la suerte de trabajar con muchísimos artistas. El estudio es mi lugar en el mundo, un espacio al que siento que pertenezco y desde el cual intento ayudar, dentro de mis posibilidades, a quienes creen en el fonograma como una forma de plasmar su arte y sus expresiones más profundas.

Para quienes nunca trabajaron con vos: ¿Qué puede hacer un músico en tu estudio? ¿Puede llegar solo con una idea y salir con una canción terminada? ¿O es mejor llegar con banda formada o material previo?

En mi opinión, cada proyecto musical requiere estrategias distintas, y siento que mi desafío está en comprender esas particularidades. Mi objetivo general es lograr que cada proyecto sea la mejor versión posible de sí mismo. Me gusta respetar la visión del músico y no imponer mis gustos personales: intento integrarme al proyecto como una pieza más. Trabajo con muchas bandas, y por eso trato de verme a mí mismo como un miembro más en términos de jerarquía, pero al mismo tiempo siendo la persona que escucha la canción desde afuera, como un todo, y no solo como una suma de elementos.

También pienso mucho en el aspecto humano. Cuando doy clases, suelo parafrasear a la productora Silvia Massy, quien dice que uno de sus objetivos es que la experiencia de grabación sea inolvidable para los músicos, de modo que cuando vuelvan a escuchar sus discos se conecten con el momento en el que fueron grabados. Creo que crear momentos humanos alrededor de la producción musical es un valor fundamental, especialmente cuando trabajamos con artistas independientes.

Respecto a las preguntas concretas, todo es posible. Mi primera reacción siempre es pensar que no hay un único camino para llegar al resultado deseado.

Cuando trabajo con un proyecto ya constituido (una banda que viene ensayando, componiendo y tocando en vivo) mi rol suele centrarse en preparar el material, hacer devoluciones concretas sobre las canciones y su ejecución pensando en la experiencia de grabación, y guiar a la banda en el estudio para lograr su mejor versión.

Cuando trabajo con un artista solista que llega con un puñado de demos o ideas en estado más primigenio, el camino suele ser un poco más largo. Necesitamos construir un vínculo de confianza que nos permita transformar esas ideas en una realidad. Cuando un artista comparte material todavía en proceso, está exponiendo su interior de la manera más cruda; para que haya una comunicación fructífera que lleve a buenos resultados, es importante estar en sintonía y hablar un mismo lenguaje creativo. Mi rol es acompañar y traducir esas ideas hasta convertirlas en una canción terminada.

¿Cuál es tu DAW preferido para trabajar en producción y mezcla? ¿Qué ventajas encontrás en él?

En este momento de mi vida, la respuesta más sincera que puedo dar es que realmente no importa cuál DAW uses. El mejor DAW es aquel que te permita expresar tus ideas de manera ágil, sin interrupciones y sin cortar el flujo creativo.

En mi caso, hoy ese programa es Pro Tools, pero eso no es lo relevante; no me importa a mí y no debería importarle a quien viene al estudio a trabajar. Es simplemente una herramienta que tiene que ser funcional a la búsqueda artística.

Cuando encontrás un entorno de trabajo en el que te sentís cómodo, lo importante es aprender a dominarlo, conocer en profundidad sus rincones, sus atajos, sus ventajas y también sus limitaciones. La idea es que el entorno digital y la tecnología se conviertan en un carril rápido para que las ideas y la música fluyan, y no en un obstáculo.

¿Te gusta trabajar con samples, loops o programación rítmica en tus producciones?

Sí, por supuesto. Como decía antes, la tecnología siempre fue una herramienta para la creatividad que me fascinó desde muy chico, así que ese tipo de recursos me resulta muy interesante de explorar. Sin embargo, en la práctica concreta, en los últimos años me he dedicado mucho más a producir artistas cuyo diferencial está en el uso de instrumentos reales, tocados en tiempo real y en interacción con otras personas. Me viene obsesionando cada vez más ese proceso: la música como fenómeno grupal sucediendo en vivo, y cómo esa interacción humana impacta directamente en el resultado artístico. La producción musical como acto colectivo.

Por esa razón, los recursos de programación, sampleo o loops suelen ocupar un rol más secundario o de acompañamiento en las producciones que realizo, porque el foco está puesto en el grupo humano. Aun así, cuando los uso, me gusta resignificarlos: crear mis propios samples, armar mis propios loops en vez de descargar paquetes ya hechos, o procesar material grabado por los propios músicos.

Un ejemplo reciente es una canción de Benteveo, “Sobre el coral”. Grabé las baterías, pero lo hice de una manera no lineal: registré varios minutos de distintas bases, fills y arreglos, y con todo ese material armé loops, editando secciones para crear la estructura. La técnica es básicamente la misma que usar loops, pero en este caso son “loops artesanales”, construidos especialmente para esa canción.

Creo que lo más importante es no ponerse límites respecto de los recursos: usar lo que el proyecto necesita e investigar nuevas fronteras. A veces la respuesta está en la tecnología más novedosa, y otras veces mirar hacia atrás, hacia los caminos recorridos por generaciones anteriores, es una fuente inagotable de ideas creativas.

Formás parte del proyecto de José Ponce (Benteveo): ¿Cómo comenzó ese vínculo musical?

A José lo conozco desde hace ya varios años, probablemente desde los inicios de Haciendo Discos. Había tenido la oportunidad de escucharlo en vivo con su banda Pesses Électroniques , pero nunca habíamos llegado a conocernos formalmente.

Ese encuentro recién se dio a comienzos de 2025, cuando me convocó como músico para grabar las baterías de algunas de sus canciones. A partir de ahí empezamos a trabajar en más material, y José me permitió involucrarme creativamente en algunas ideas, lo que generó un vínculo muy natural de ida y vuelta, donde ambos compartimos y discutimos propuestas musicales.

Recientemente lo acompañé también en vivo (por fuera del estudio) y comencé a trabajar en la posproducción y mezcla de sus próximos lanzamientos. Estoy profundamente agradecido a José por la confianza, el respeto y la valoración que tiene hacia mi trabajo.

¿Cómo viviste la filmación del video de “Traidora de Cenizas”?

Fue una experiencia realmente muy divertida. En mi trabajo paso muchísimo tiempo dentro del estudio, frente a una computadora, así que tomarme un día para ir al campo, disfrutar de la naturaleza y además trabajar en un videoclip fue algo muy especial. Nos conectamos con el entorno y compartimos un gran día con todo el equipo.

José se ocupó de que todo sucediera de una manera muy agradable, y creo que el resultado va a ser muy lindo: un trabajo donde las energías de todos se sumaron para construir algo colectivo.

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