Hay discos que no se escuchan: se atraviesan. «Eimuria«, es el segundo opus de Bank Myna, uno de esos rituales sonoros que no admiten distracciones ni pasajes superficiales. Más pesado y directo que su predecesor «Volaverunt«, pero igual de oscuro y ceremonial, el cuarteto francés condensa en cinco piezas un tránsito emocional profundo, donde la belleza convive con la violencia, lo etéreo con lo brutal.
Cuarenta y siete minutos de una transición profunda, de un sueño o una pesadilla, no está del todo claro. La voz es guía maestra y clave de la conexión interna entre las partes de las piezas y de las piezas entre sí. Si bien la melodía está clara en cada uno de los tracks, lo magnífico son los arreglos sobre todo en los bajos y las percusiones, las dinámicas no te permiten descansar, cuando nuestra percepción llega a sentir el mezzo-piano y la intimidad, desborda en un in-crescendo explosivo que nos lleva a un nuevo lugar.
El final de «The shadowed body«, completamente alucinante, teatral, y el fin marca el inicio de «The other faceless me» con apenas una voz, sintetizadores y cuerdas frotadas. Siento que en lugar de estar escuchando un álbum, estoy mirando una obra, y surge una necesidad imperiosa de ver la puesta en escena, las luces, la coreografía, el humo, el vestuario, ese es el efecto que produce este trabajo.
Nuestro favorito: «Burn all the edges«, tal vez porque es lo más cercano que encontramos al formato canción al que tanto estamos acostumbrados, y es una canción que funcionaría muy bien en la programación de una radio por ejemplo. El final es épico, poderoso, heavy, una caída en picada al encuentro con un colchón de nubes.
Grabado en vivo, el álbum respira una organicidad que se siente piel. Las texturas se expanden y repliegan en un vaivén hipnótico que oscila entre el post-rock de tintes volcánicos, incursiones doom, y un slowcore de silencios cargados. El aire se espesa, la tensión se sostiene. La electricidad no explota: late.
Hay algo de místico en este viaje. No es casual la evocación a Alejandra Pizarnik (poeta, ensayista y traductora argentina) y Camille Claudel (reconocida escultora francesa), dos artistas atravesadas por la pulsión creadora y la devastación interna. «EIMURIA» no narra una historia, sino un proceso: el de la transformación íntima, el de la ruptura como umbral. Cada track es una estación de ese camino: intensa, desbordada, a veces casi susurrante.
En este nuevo trabajo, Bank Myna se atreve a explorar una furia que antes apenas dejaban entrever. Una furia que no es caos sino ceremonia, que arrastra lo solemne hacia la distorsión como si algo sagrado tuviera que ser profanado para alcanzar lo verdadero.