La adaptación audiovisual de El Eternauta llega con una atmósfera sonora que es tan protagonista como los actores. Bajo una lluvia constante y un Buenos Aires que se vuelve campo de batalla, la música aparece como guía, contención y alerta. ¿Cómo suena la desesperación colectiva? ¿Qué ritmo tiene la espera de lo inevitable? La banda sonora de esta serie no sólo acompaña: construye un universo emocional que amplifica la épica, la soledad y la memoria.
La adaptación de esta popular novela gráfica llegó a Netflix, protagonizada por Ricardo Darín, no solo actualiza la mítica historieta de Héctor Germán Oesterheld, sino que ofrece también una experiencia sonora cuidadosamente tejida. La música, en este caso, no es un complemento: es una herramienta narrativa que construye climas, activa la memoria colectiva y empuja emocionalmente a la acción.
La banda sonora original, a cargo de Federico Jusid (conocido por su trabajo en «»El secreto de sus ojos«) y Francisco Sokolowicz, aporta tensión, dramatismo y calidez a un relato que oscila entre lo íntimo y lo épico. Pero la serie no se limita a la música incidental: construye una identidad sonora profundamente argentina, anclada en canciones que atraviesan generaciones y géneros.
Así, en momentos clave resuenan clásicos del rock nacional como «No pibe«, «Jugo de tomate frío» y «Porque hoy nací» de Manal, «Salgan al sol» de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, y «Cuando pase el temblor» de Soda Stereo, «Alguien más en quien confiar» de El Reloj, que aportan una textura áspera y urbana al relato. La melancolía de «Paisaje» de Gilda, la intensidad de «Fuego» de Intoxicados y la potencia emocional de «El magnetismo» de Él Mató a un Policía Motorizado se integran a la narración sin forzar el anacronismo, sino como parte de una continuidad emocional y simbólica.
También hay lugar para los sonidos de raíz: la «Chacarera del rancho» de los Hermanos Ábalos y la interpretación de Mercedes Sosa de «Credo» (una chacarera trunca) anclan la historia en una identidad federal y profunda, mientras que el tango «Caminito» en la voz de Gardel actúa como eco de un Buenos Aires desfigurado, pero aún reconocible.
La música en El Eternauta no solo acompaña: toma partido. Es un personaje más, que articula lo sensible, lo histórico y lo emocional en una serie que no solo muestra una distopía, sino que interpela con fuerza el presente.