Pop avant-garde experimental es el que nos regala Slender Dan, en «I had a feeling today«, su nuevo album. Integrado por Heather Dickson y Patrick Ahern, en este nuevo trabajo hay condimentos de todo tipo, inquietantes, texturados y emocionales que se lanzaron bajo su propio sello, Gestalt Productions.
Ya en sus redes sociales se puede notar esta relación estrecha entre arte y sonido, tanto su imagen como su producción discográfica tienen una coherencia sobre lo que quieren comunicar. Desde los primeros tracks hay de fondo una influencia de aquellas icónicas bandas alt como Garbage o incluso Nirvana. Las composiciones son impecables, los bajos precisos y la experimentación rítmico-tímbrica en lo percusivo es alucinante. Pero eso no sería posible sin el acompañamiento vocal que delicado y profundo, permiten sintetizar y dar cierre y vuelo a este trabajo.
No es algo para escuchar a la ligera, más bien es para poner play de principio a fin, porque si bien todas las canciones tienen una estética similar, no todas son completamente iguales, cada una es un viaje distinto dentro de un trabajo cuidado a detalle. «Lucid» es una de las piezas más interesantes, íntima, pero que le da la personalidad al dúo. «Nothing at all» tinene un aire a folk, y el cierre con «The end» (con sus 7 minutos de duración) ponen de manifiesto una apuesta arriesgada, ante un mundo repleto de hits, el dúo busca al detalle un producto que abre el imaginario del oyente, que lo integra a la obra, lo hace partícipe al obligarlo a escuchar cada pequeña partícula de audio, porque cada una tiene algo para decir.
Desde Seattle y Nashville, esta dupla se ha consolidado como una de las propuestas más intrigantes de la nueva escena pop alternativa. Fieles a su estética surrealista y su apuesta por romper límites, en este nuevo álbum Slender Dan se sumerge en una exploración audaz de la entropía emocional y el desconcierto existencial contemporáneo.
Aunque su sonido parece anclado en lo digital, la base del disco es profundamente analógica: baterías acústicas reales, bajos y guitarras eléctricas le otorgan una textura palpable, casi respirable, que se contrapone con la frialdad de los paisajes electrónicos que recorren cada canción. Esa tensión entre lo sintético y lo orgánico no es casual: se siente íntima, vulnerable y profundamente humana.
Con guitarras suaves, texturas lo-fi y la voz femenina íntima de Dickson al frente, el disco conecta especialmente con quienes disfrutan del universo sonoro de artistas como Alt-J o Phoebe Bridgers.