Había hombres cuyo nombre, más que una simple designación, era un eco de la esencia que llevaban dentro. Ricardo José Antonio Villafaña fue uno de ellos. Un hombre cuya vida no se midió solo en años, sino en la profundidad de las huellas que dejó en cada corazón que tuvo la fortuna de latir cerca del suyo. Hoy se rendirá homenaje a su paso musical en el marco de Suena Tandil en el Auditorio CCU (Yrigoyen 662 – Tandil) a las 20hs.
Para sus padres, Ricardo fue, simplemente, un hijo más que amado.
Fue la realización de un sueño, el fruto más preciado.
En sus ojos, ellos veían no solo al niño que creció, sino al hombre de bien que forjaron: un legado viviente de amor y valores.
Él era, y siempre será, esa luz única e irrepetible que ilumina el alma de un hogar.
En el vasto paisaje de su vida, Ricardo trazó un círculo dorado donde los lazos de la sangre y los del espíritu se fundían en un abrazo fraternal.
Él fue un hermano con sus amigos y un amigo con sus hermanos.
Con sus hermanos de sangre compartió la complicidad de una mirada, los secretos de la infancia y el apoyo inquebrantable.
Con sus amigos, aquellos que la vida le regaló, construyó una hermandad elegida, cimentada en la risa sincera, la lealtad a toda prueba y la certeza de que en él se podía encontrar un puerto seguro.
No hacía distinción: en su corazón, el amor y la camaradería eran el mismo lenguaje.
Pero si hay un legado que brilla con una luz propia y eterna, es el que forjó como padre.
Ricardo fue el pilar, el faro y el héroe de seis hermosos hijos.
A ellos no solo les dio la vida: les regaló una infancia llena de colores, una juventud edificada sobre recuerdos sólidos y un futuro iluminado por su ejemplo.
En cada uno de ellos dejó impregnado lo mejor de sí: los mejores y más lindos recuerdos.
Son esos momentos vividos los que hoy son un tesoro atesorado: las risas que resonaban en la mesa, los consejos dados en voz baja, las aventuras cotidianas que se convertían en epopeyas, su mano firme que guiaba y su abrazo que consolaba.
Él no se ha ido, porque su eco habita en cada anécdota que se cuentan, en cada tradición que mantienen viva, en la fuerza que los impulsa y en el amor que los une.
Ricardo Villafaña “Richard” partió de este mundo, pero su historia no termina aquí.
Él sigue en el corazón de sus seis hijos y en la sonrisa inocente de sus tres nietos.
Su recuerdo es un latido suave y perpetuo, un susurro de amor que el tiempo no podrá silenciar.
Descanse en paz.

