Luca gritaba con delay. L-Gante lo hace con autotune. Uno hablaba de viejos vinagres, rubias taradas y heroína, el otro de «ghetto» y rebusques. Pero en el fondo, ambos dijeron lo mismo: «Déjennos ser, aunque no les guste el ritmo, ni nuestra forma de vestir, ni la forma en que hablamos.«

L-Gante canta cosas como: «Y mucho tiroteo, compa, cero fantasmeo, que acá dentro de mi ghetto no aceptamo’ el titubeo, estamos puesto’ pa’l dinero, soy un perro callejero, La estoy remando en enero pa’ gastármela en febrero«. No es ‘culo, teta y falopa’. Es crónica del conurbano, una vida con vértigo y sin metáforas. Y sin embargo, cada vez que un pibe como él dice lo que vive, lo acusan de vulgar, de ignorante, de arruinar la música. Pero… si Luca Prodan decía «La rubia tarada, bronceada, aburrida…» o le cantaba abiertamente a la heroína y al bajón existencial, lo aplaudimos por provocador, por contracultural, por genio. Se le celebraba incluso que pusiera su adicción en letras y lo convirtiera en estética.

¿Por qué a Luca se le perdona todo (desde cantar desafinado hasta componer con un solo acorde) y a los referentes del RKT, cumbia villera o Trap se les exige excelencia lírica, coherencia política y hasta buena dicción?

Sí, Luca tenía a Mollo con solos espectaculares. Pero hoy los pibes aplauden beats, porque eso es lo que tienen. Porque un Marshall en una villa no es una opción. Porque una Stratocaster cuesta lo que no pueden pagar. Y aun así quieren sonar, quieren decir, quieren estar. ¿Eso no es rebeldía?

Luca era carismático, culto y europeo. Había estudiado en Gordonstoun, uno de los internados más prestigiosos de Europa, el mismo al que fue el rey Carlos de Inglaterra. Tenía idiomas, historia familiar, aura de poeta maldito. Y aunque terminara borracho en el Abasto, llevábamos su rebeldía como bandera.

L-Gante viene del barro, y el barro no se perdona tan fácil. No tiene aura, tiene barrio. No tiene delay, tiene autotune. Pero también representa algo que incomoda: una juventud que se expresa con lo que tiene, que no pide permiso y que no va a esperar a que la entiendan.

«Estoy rodeado de viejos vinagres, todo alrededor…«, cantaba Luca. Hoy siguen estando. En X. En los comentarios de Instagram. En los jurados de premios. En las columnas de opinión que nunca pisan una plaza del conurbano.

El problema no es cuántos acordes usan.

El problema es que no nacieron en Roma ni fueron hijos de una familia europea con conexiones culturales privilegiadas. Luca George Prodan nació en Roma, hijo de un italiano nacido en el Imperio Austrohúngaro y de una mujer escocesa nacida en China. A los 9 años fue enviado a estudiar a Gordonstoun, el mismo internado de élite al que asistió el rey Carlos de Inglaterra.

L-Gante, en cambio, nació en el oeste del conurbano bonaerense, donde el único uniforme es la camiseta de fútbol, y las únicas becas vienen del rebusque.

Y por eso, aunque ambos digan cosas verdaderas, los viejos vinagres no los van a entender.

Quizá L-Gante no sea el problema. Tal vez el verdadero problema sean los que eligen difundir solo este tipo de expresiones y no ofrecen a los pibes del barrio otras posibilidades reales. Los L-Gante no nacen por casualidad, nacen de un sistema que niega el acceso a la educación, a la cultura, a las herramientas musicales elevadas y a los espacios literarios.

Se les exige lo que nunca se les dio. Y mientras tanto, los medios los explotan, los vuelven virales y los abandonan en cuanto dejan de servir.

Entonces, la pregunta es inevitable: ¿Quién es el verdadero culpable? ¿El que canta lo que vive? ¿O el que lucra con eso y no hace nada por cambiar la historia?

Disclaimer legal: Este artículo es una pieza de opinión con fines periodísticos, culturales y educativos. Las citas de letras de canciones son utilizadas bajo el principio de uso justo para propósitos de crítica y comentario. No se persigue lucro ni apropiación de contenido ajeno. Las opiniones expresadas pertenecen a su autor y no representan necesariamente a todos los integrantes de la revista Aquí Música.
Invitame un café en cafecito.app