¿Qué tienen en común Pappo, Ricardo Iorio, los Cadillacs y una cucha vacía? Álvaro Villagra tiene la respuesta. Ingeniero de sonido, productor musical, músico y testigo privilegiado de una parte vital del rock argentino, Villagra se sentó a charlar con el programa No corras que es peor de David Martinez y regaló una catarata de historias dignas de película, serie y libro (sí, también le tiraron la idea de escribirlo).

Desde aquel primer estudio fundado por su padre hasta el emblemático Estudio del Abasto, Álvaro fue testigo de la alquimia sonora que dio a luz discos históricos. Pero si algo dejó claro en esta charla, es que lo más jugoso no siempre está en la música, sino en las personas detrás de ella: «Lo más interesante para mí de todos los músicos con los que grabo, no es su música sino su personalidad.«

De Pappo a Riff: guitarras, armas y familia

Su primer encuentro con Riff fue casi una escena de Pulp Fiction criollo: Vitico con un 357, Michel Peyronel con un Magnum .44, y un joven Álvaro de 22 años pidiéndole a Pappo que no fumara en la consola. Spoiler: no le hizo caso. Pero a pesar de las tensiones, dice que Pappo se volvió «alguien de la familia«, y el vínculo quedó para siempre.

Ricardo Iorio: el Borges performático del rock pesado

Villagra lo define como «una obra de arte en sí mismo«. De esas personas que cuando hablan, no sabés si es en joda, en serio o un delirio místico en clave de fernet: «Ricardo es como un performer. Nunca sabés qué es verdad, qué es mentira, pero todo lo que dice lo mezcla con una potencia artística tremenda.«

El mítico disco «Peso Argento» surgió de una cena gestionada por Álvaro entre Iorio y Flavio Cianciarulo. «Me animé a llamar a Ricardo… me podía mandar a cagar tranquilo, pero se copó«. De ahí nació una relación que incluyó a los Kuryaki, La Forestal (¡de Tandil!) y hasta un nuevo disco con versiones que incluyen Roxette y tangos.

Los músicos y sus mascotas: crónica de un perro no perdido

Una joyita imperdible: Gerardo «Toto» Rotblat (¿el músico? ¿el mito?) vuelve a su casa borracho, piensa que perdió a su perro y termina preso después de pegarle a una cabina telefónica. Lo van a buscar en cana, y cuando vuelve… el perro estaba durmiendo en su cucha. A veces la vida supera la ficción y otras veces la deja en offside.

Villagra también rememora un viaje inolvidable con Germán Daffunchio y Alejandro Sokol en el que le contaron la historia completa de Sumo, desde la llegada de Luca hasta la creación de Las Pelotas. Todo eso, en un auto viejo, rumbo a Hurlingham, con una confesión: «Soy adicto a las sales de anfetamina«, le dice Sokol antes de subirse. Álvaro solo pensaba: «¿Dónde me estoy metiendo?«

Sobre bandas nuevas, repeticiones y el misterio del Indio

«Hoy la mayoría de las bandas son músicos muy buenos que hacen canciones que ya grabé cien veces», dice Villagra, sin filtro. Habla de la falta de originalidad y de cómo cuesta encontrar propuestas que sorprendan. ¿Sobre el fenómeno del Indio? Lapidario: «No lo entiendo. No entiendo esa masividad tribunera».

Bonus track: bodas truchas, amores peligrosos y cuadros enmarcados

Una historia digna de Relatos Salvajes: un amigo de Juanse se enamora perdidamente de una mujer… digamos, poco convencional. No era una señora de su casa, ni mucho menos una santa. Pícara, encantadora y experta en hacer perder la cabeza. Le advirtieron, no escuchó. Se casó. A los seis meses, ella lo deja y le hace juicio. Pero el padre del muchacho, previsor como pocos, había montado una ceremonia completamente trucha. Contrató actores, cura falso, invitados pagos. Resultado: el certificado era un cuadro decorativo.

 Y todo esto es apenas una pizca del banquete sonoro que ofrece esta entrevista.

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